jueves, octubre 28, 2010

Sánchez Dragó y el deconstructivismo gubernamental

Ya no hay ideas, hay virtud, dosis diaria de virtud y pedagogía, pero ¿a cargo de maestros, sabios, filósofos, santos, profetas…? No, de unos simpáticos espabilados e intuitivos que supieron buscar los caminos más rápidos para instalarse, y entre lo mucho que leyeron no parecen estar los autores japoneses.
Además está todo ese progresismo, enemistado con todo lo que represente ideas, pensamiento, debate o análisis que campa a sus anchas por los territorios de la moral, la virtud y la estética, a lección o mostración diaria.
El comité de empresa y moral pública de la Televisión madrileña y Wyoming (el intelectual de palabra rápida y del pensamiento aéreo de los bares de Malasaña) han pedido la cabeza de Sánchez Dragó porque en un libro de entrevistas con Boadella dice que fue seducido por dos treceañeras japonesas pintarrajeadas y prostibularias en Japón. Lo leí en su día y ni siquiera pensé en masturbarme.
Ay, los mundos de Kawabata, Murakami, Mishima, Oe… Menos mal que no leen. Que sería de cada uno de ellos, que hacen de Dragó un vitalista bien simpático. Ay, ese Japón del sexo y la muerte, que casualmente conoce muy bien Sánchez Dragó, de esa relación tan natural, profunda, moralmente neutra, pero cosmogónica con el sexo. Esa sexualidad esparcida reverberante, entrelazada a un orden superior, trascendente, Una sexualidad agente, intervenida por el sol y la luna y la nieve de la región fría de Kawabata. Así es Comité Wyoming.
Y algo parecido florece agreste en las selvas amazónicas (con las quinceañeras de que se hablaba en mi ámbito de trabajo) de púberes y sexo, de culturas, cosmogonías y cosmovisiones radicalmente ajenas a nuestro implacable nuevo moralismo gubernamental. Esperemos que Comité televisión y Wyoming, enfrascados en la educación y moral general, no quemen al Marqués de Sade, Nabokov, Miller, Bataille, Jellinek… a sus libros quería decir.


La deconstrucción del machismo
Es muy improbable que a pesar de todo el esfuerzo de ese gran equipo de reformadores: Zapatero, Pajín, Blanco, Aido, Montilla, Chacón, de la Vega, Zerolo… y adláteres, y de sus ímprobos esfuerzos en la pedagogía y modelación de arquetipos conductuales, lexicales, visuales logren tallarnos con los contornos de ciudadanía modélica (progresista) pretendida, deconstruyendo nuestros penosos ángulos machistas (sanguinarios) ,lexicales y reconstruyendo en su lugar la igualdad de llanto (que decía recién una reformadora pensadora), la emotividad desbordada, el desconsuelo, valores menospreciados por nuestra aviesa formación en la antropología de derecha extrema heredada de los Reyes Católicos franquistas.
El bagaje cultural de esos nuestros de-constructores modeladores (a Sánchez Dragó le cogen tarde y un poco más leído e interesante que todos ellos en su plena e íntegra totalidad amorfa) se ilumina con la lumbre de los subrayados de ponencias de congresos, revistas, informes, boletines y los resúmenes de todo ello más recensiones del comité de pensamiento. Gracias a lo cual se desgajan partes de determinados estudios para someterlos a criterios e ilusiones ideológicas, amalgamados y banalizados con ideas fuerzas, eslóganes, consignas con gran carga no tanto pseudo científica como moralista.
En esas tareas nuestros amigos se mueven como pez en el agua, es lo acorde con sus características alpinas de cumbres de partido.
Los libros para ellos son de fisonomía extraña, laberínticos y desorganizados ya que carecen de conclusiones y subrayados, de pautas, protocolos, recomendaciones y resúmenes, de test de preguntas más frecuentes y mejores respuestas evasivas. Lo peor de los libros que no leen es que realmente es difícil encontrar apologías éticas y autorreferencias morales de superioridad expresas.
Por eso son tan atrevidos, porque nadie en la historia de España ha sido tan excepcionalmente ignorante y poco preparado. No están rematadamente locos porque sus personalidades fugitivas y acendradamente banales les preserva de cualquier arrebato de brillo que tantas veces acompaña a la locura.






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