martes, junio 22, 2010

Saramago, un cristiano irredento

Saramago fue el típico hijo de campesinos lusitanos a quien el peso de la religión le dejará marcas indelebles, al punto de que toda su vida girará en torno a él, de todas formas posibles, sublimación, trasposición, contraidentidentificación, oposición… Pocos autores con esa centralidad del cristianismo a lo largo de su vida.
Las penurias de su vida campesina y el aprovechamiento de la lectura no le lanza a mundos desconocidos, como ocurrió a dos miembros destacados de la cultura islámica, cuya vida infantil discurrió por similares y fatigoso caminos, como fue el caso de Mohamed Mbret o Mohamed Choukry que se entregaron a toda suerte de vicios y transgresiones rotundas en Tánger, buscando valores de vida y culturales extremos y extraños.
Saramago simplemente buscaba mayores coerciones, universos y órdenes cerrados, los dogmas más férreos, angosturas que ofrecieran explicaciones definitivas, y sustituyó a una Iglesia laxa por la iglesia de más rígidos e inapelables dogmas, la que ahora ejercía de cruzados contra el infiel capitalista: el partido más estalinista del occidente europeo, el PC Portugués. Donde ingresa muy tardíamente en 1969 cuando tiene 47 años, ignorando el movimiento de jóvenes revolucionarios que desde Paris a Berkeley condenan el Gulag y el burocratismo opresor del estalinismo. Los jóvenes izquierdistas y libertarios sólo ofrecen fisuras en el orden de los entonces añejos partidos comunistas, mucho más si cabe el portugués de Alvaro Cunhal.
Saramago gusta de los paradigmas que ofrecen las parábolas, quiere moralizar el mundo, y busca siempre a Dios, no soporta su ausencia y toma modelos bíblicos para sus mensajes. Jamás se aparatará un milímetro de la Iglesia de Cristo. En ella todo, a favor o en contra.
A tal punto que su pulsión de Dios, que el Dios retraído, oculto, absconditus, le hace increpar contra él en su evangelio y su Caín, pretendiendo reescribir la historia sagrada como desencanto. Un cristiano ansioso de Dios, a quién éste le ha dado la espalda, lo que resulta intolerable. Es tal su presencia en el cristianismo, en un horizonte agostado por un Dios que no comparece pero que anhela obsesivamente que hasta logra que la Iglesia le de tratamiento de hereje o heterodoxo, lo que es la prueba suprema de la permanencia en ese espacio o territorio, con el carácter más propio de la religión, la obsesión.
Saramago finalmente en sus últimos años busca ya la redención mesiánica en Chiapas o Palestina -modelo locución manifestación, modelo Wyoming y Willy Toledo-, ya es el prístino cristianismo redentor y mesiánico, el que en toda su pureza anhela con fuerza desbordada.
Saramago sin embargo permaneció ciego, mudo y cómplice de todos los crímenes del estalinismo. Ni una palabra de más ni una de menos, nada, silencio sepulcral.
Sobre el pensamiento o una filosofía moral o política no parece que haya escrito absolutamente nada, quizá arengas dictadas al lado de Pilar Bardem. Sí resultó el típico héroe estético de la posmodernidad, con un marco esencial: la Puerta del Sol o la de Alcalá con magafonía. Nada mal para un cristiano sin aliento.

1 comentario:

Séneca dijo...

Cuando sufran de insomnio, abran por cualquier página cualquier novela de Saramago. Mano de santo.