sábado, febrero 07, 2009

Artículo publicado hoy en Diario de Avisos




El pacifismo de parte y los niños


En el Derecho Procesal las manifestaciones de parte son alegaciones de los contendientes que ni son probadas ni son objetivas, pero que no obstante se hacen pasar por válidas. De las grandes manifestaciones contra la guerra que se celebraron en varios puntos de España, no pueden decirse que se hayan celebrado por la paz, ni por los lemas, intención, simbología, falta absoluta y radical de imparcialidad... ni por la hostilidad crónica contra Israel, un país muy mal visto, a pesar de nacer directamente de la voluntad explícita de la Asamblea General de Naciones Unidas. Contra esa legalidad internacional han actuado desde siempre los árabes en su conjunto y ahora Hamás, Irán y Siria. Violaciones de la ley internacional drásticas y continuadas al tratarse de guerras de agresión contra Israel para aniquilarlo. Guerras, amenazas, hostigamiento.
El pacifismo español y europeo, ajenos a toda idea de universalidad, o es antiamericano o es antiisraelí sin ninguna otra posibilidad, cualquiera que sea el lugar donde se cometan genocidios (reales) o violaciones de mujeres, lejos o cerca. Serán siempre asuntos irrelevantes cada uno de ellos. Desde Hitler, la característica de Europa es el total derrumbe de la conciencia humana ante los crímenes más espantosos y la iniquidad. El único impulso es el fóbico. Las movilizaciones pacifistas serían proposiciones válidas si repudiaran todas las guerras, solo entonces se podrá hablar con propiedad de pacifismo.
En 1995 fueron asesinados a machetazos 800.000 tutsis en Ruanda, en la brevedad de un mes de matanzas industriales, sin que los eventuales pacifistas dieran una sola muestra de inquietud. Igual de apáticos y desinteresados se mostraron con Eritrea, Darfur, Chechenia... A qué grado se llegará, que cuando el genocidio de la antigua Yugoslavia, con violaciones masivas de mujeres era prácticamente retransmitido en directo, y casi podían ser escuchados los estertores de agonía y muerte, el pacifismo, sin un solo rictus de desaprobación volvió a permanecer mudo. Si ante esos hechos se respondió con corazón de hielo, la formalización legal de la entrada en un organismo internacional defensivo, la OTAN, sin plan específico alguno de guerra alrededor, en tiempos de paz, hizo trepidar con gran frenesí los impulsos más aguerridos de paz. Todo muy sintomático. Cualquier psicoanalista afirmaría con rotundidad que esas conductas tienen mucho que ver con el delirio -la vida también- y nada con motivos arraigados en el presente de los hechos y la realidad.
Pero volvamos al pacifismo antiisraelí. La Semana Santa de 1974 la pasé en Barcelona alojado en un piso de estudiantes palestinos de Al Fatah, que pasaban todos los veranos por los campamentos de entrenamiento militar que entonces tenía esa organización en el Líbano. Vivía Franco y dudo de que habláramos de algo que no fuera política. Cuando nos despedimos, estoy casi seguro que nos dijimos "Palestina vencerá", no habíamos parado de hablar de la "causa palestina", justamente los dos lemas que abrirían la manifestación contra la guerra celebrada en Madrid el 11 de enero pasado.
La causa palestina, como todas las causas, se inscribe en la esfera de lo sagrado, ya que una causa exige tributos, sacrificios, incluido el derramamiento de "la última gota de sangre". Por la sangre se accede a lo sagrado, como nos enseñó Cristo, pero también George Bataille. No hay causas sin últimos sacrificios, y de eso, ya entonces, hablamos en Barcelona. Los manifestantes contra Israel fueron muy explícitas con sus lemas: soterradas arengas militares. De igual manera, no hay símbolo en el mundo que represente la epopeya, resistencia, defensa incondicional, el "jamás retroceder" y la sangre que la pañoleta o kufiya palestina, con la que hoy se adorna media España.
Difícilmente los palestinos de Gaza, de otros lugares o la gran comunidad mundial antisionista (no diré antisemita para no salirme de la muy veraz disección) puedan interpretar el signo, el mensaje transmitido desde las manifestaciones españolas como rendidas oraciones por la paz. El profesor palestino Edward T. Said dejó escrito en su obra Orientalismo cómo Occidente había imbuido de su imagen sobre Oriente al mundo árabe, de forma que fuera percibido como "lo extraño" y "lo inferior". Se había transmitido los símbolos e imaginario elaborados por occidentales.
Quien mejor encarna esos perjuicios en España y Europa son curiosamente el progresismo y pacifismo antiamericano y antisraelí. Ninguno de ellos es todavía capaz de considerar a palestinos o a los habitantes del Tercer Mundo como sujetos responsables de sus actos y con obligaciones. No hay manera. El abandono de la culpable minoría de edad, al que exhortó Kant, quedó bajo exclusiva titularidad occidental. El resto seguirían siendo niños para siempre. La perduración de esta cosmovisión (o antropovisión) poscolonial y eurocéntrica a más no poder es una realidad pavorosa y, por lo que se ve, inmutable. Se parte de que los palestinos están absolutamente exentos de responsabilidad y en consecuencia no deben dar cuenta de sus actos. A tal punto están exentos que los pacifistas, confirmando a Said, olvidaron por completo dirigirse a Hamás para que pusiera fin al lanzamiento de misiles, con una simple invocación, una petición subordinada, una mero disimulo por la paz. Ni siquiera valieron las fotos de los niños muertos, sabiendo como sabían que si Hamás paraba se terminaba la guerra. Nada, no hubo nada, sólo sacrificio, tributo, sangre, causa (la jaleada).
Pero se sabían más cosas. Se sabía que los topos de Hamás habían creado una Gaza subterránea que llegaba hasta a Egipto. Las milicias de Hamás habían aprendido de Hizbolá a enfrentarse con éxito a los poderosos carros de combate Merkava con minas y explosivos enterrados bajo las vías a las que se atraía previamente a los israelíes para luego, como a Carrero Blanco, hacerles saltar por los aires. De ahí que los tanques judíos en Gaza evitaran avanzar por el centro de las calles y se movieran atravesando y destruyendo las casas adyacentes a las calles para no pasar por ellas.
Hamás, con infinidad de túneles en la frontera con Egipto está conectado a aquel territorio, por los que introduce desde armas a ganado. Ya hemos visto las fotos de las vacas cruzando bajo tierra la frontera egipcia. También conocemos que los intensos bombardeos de la aviación israelí no han podido quebrar la sólida red de túneles transfronterizos.
Hamás, con el dinero iraní, había creado en Gaza una vasta red de asistencia social siguiendo el mutualismo coránico, con escuelas, universidades, centros hospitalarios y demás. Pero esa organización también tuvo sus omisiones y olvidos. Los más acreditados topos del mundo, tan previsores siempre, se olvidaron por completo de sus niños y población civil. Tan afanados estuvieron en crear una ciudad subterránea que olvidaron construir refugios civiles (ni uno solo) que hubieran sido complementarios a sus esfuerzos principales y no les hubiera costado nada. Pudiera incluso ocurrir que no se les olvidó y que prefirieron no hacerlos. Tal vez contaban con el silencio, ocultamiento y manipulación del orbe antisionista. Los niños, antes cristianos y ahora árabes son los que siempre han asesinado los judíos. Actualicemos la gran tradición, esto sí, antisionista.

3 comentarios:

Neguev and me dijo...

Espléndido artículo

El Abogado Chalado dijo...

No hay forma de leer el artículo de forma decente en el ordenador.
A ver si me hago con un periódico de ayer porque tiene muy buena pinta. (Si se me permite en un asunto tan escabroso hablar como si de un plato de lentejas se tratara).

el escritor escondido dijo...

No puedo acceder por el enlace. Si cuelgas el texto lo podría leer, ayer Sábado no leí la prensa.